La historia nos ha dado múltiples muestras de
discriminación, especialmente sobre las mujeres, cuyo origen se encuentra en
esteriotipos sexuales y culturales. Estos han repercutido de manera
determinante en la falta de oportunidades para el desarrollo de las mujeres,
así como para mantenerlas expuestas y sujetas a la violencia emocional,
económica, sexual y física. Superar estos problemas es una labor que exige
atención desde distintos frentes: político, jurídico y, desde luego, cultural y
educativo.
Reconocer la igualdad en derechos implica dos
condiciones: la igualdad de oportunidades y la creación de condiciones para
que esas oportunidades puedan aprovecharse por igual.
La igualdad de oportunidades de hombres y mujeres no
siempre se cumple en la realidad cotidiana; el principio de igualdad entra en
contradicción con las creencias sobre lo que debe ser un varón o una mujer, con
prácticas muy concretas de exclusión hacia unos y otras, con formas de ejercer
el poder, con usos y costumbres de cada cultura. Todo ello afecta de manera
directa, y con frecuencia desequilibrada, el ejercicio de derechos y la
satisfacción de necesidades, especialmente de las mujeres.
Algunos autores señalan que al tomar como punto de
referencia el sexo de las personas y sus funciones reproductivas, “cada cultura
establece un conjunto de prácticas, ideas, discursos y representaciones
sociales que atribuyen características específicas a mujeres y hombres”.[1] La
mayoría de las veces los significados que se han construido en torno a cada
sexo son en detrimento de los derechos de las mujeres.
La equidad significa partir del reconocimiento de que
todas las personas somos iguales en dignidad y derechos y, por tanto, que todas
deberían tener garantizadas las mismas oportunidades para orientar su vida en
la forma que ellas mismas decidan y estar a salvo de privaciones graves.[2] La
equidad de género consiste en garantizar condiciones de igualdad en derechos y
oportunidades, para que hombres y mujeres se desarrollen plenamente.
En nuestra Constitución el principio de igualdad ante la
ley ha inspirado la formulación de artículos que reconocen derechos en favor de
las personas que se encuentran en situaciones especiales o presentan
características que los ponen en desventaja frente a la mayoría. Otros
artículos, en cambio, protegen a amplios grupos de la sociedad que por
distintas razones se encuentran en situaciones de vulnerabilidad; tal es el
caso de las mujeres que aún constituyendo la mitad de la población de nuestro
país, han visto restringidos varios de sus derechos por décadas. Por sólo
mencionar algunos ejemplos, el rezago educativo es más alto en ellas y siguen
siendo las principales víctimas de la violencia intrafamiliar.
Los progresos en materia de igualdad de oportunidades más
allá de los sexos no siempre dependen de la riqueza de un país, ni del grado de
desarrollo humano del mismo, ya que se trata de transformaciones relacionadas
con la cultura, las creencias y el uso del poder, aunque ciertamente son peores
las condiciones para las mujeres en situación de pobreza.
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